domingo, 8 de febrero de 2015

Kobane.





Así se muestra la ciudad, esto es lo que ha propiciado una batalla que ha durado más de cuatro y que continúa en los alrededores, sin desmayo, por la liberación de Rojava, provincia del Kurdistán sirio y enclave que ha de tener futuro, un futuro lumínico y en paz. No es la única batalla que se libra en el Oriente Próximo. En las llanuras de Nínive, en Alepo, en las cercanías de Bagdad, en Sinjal. Todas ellas debidas a nuestra ceguera y debilidad. Hoy celebramos que las oscuras armas de ISIL, Daesh, o como queramos llamar al terrorismo fanático, están en retroceso, que han perdido la batalla en Kobane. A costa de varios centenares de muertos en las filas Kurdas y sus aliados, y de varios miles de ellos entre las fuerzas del Estado Islámico. La gran mayoría personas jóvenes. Celebramos la victoria sobre un fanatismo que pretende la aniquilación de todo aquello que no se pliegue a sus dictados. ¿ Pero acaso sabremos entonar el mea culpa de nuestras responsabilidades? ¿Sabremos ayudar a la reconstrucción de su mundo sin inmiscuirnos más?

En septiembre de 2014, cuando el ISIL comenzó su expansión hacia el paso fronterizo con Turquía, bastión de una incipiente comunidad socializada y laica, en la que las mujeres kurdas reclamaron su posición igualitaria con los hombres, que han sabido defender  con las armas en la mano, desde la diplomacia occidental se dio por perdida la ciudad, aduciendo que no tenía mayor importancia en el transcurso de la guerra contra el terrorismo, el devenir de los hechos ha quitado la razón a tales manifestaciones. El empeño en la defensa de su libertad, y la nuestra, ha convertido ese combate que dábamos por perdido en una gesta de heroicidad sin límites.  Bien es verdad que los primeros días y en campo abierto el terrorismo fue capaz de avanzar hasta casi las puertas de la frontera. Tomó varios puntos fuertes de defensa y parecía imparable. Fue capaz de llegar hasta el llamado bosque de los enamorados, en las cercanías del hospital e incluso tomó la colina de Tahir, poco duró en sus manos, un ataque aéreo de la coalición internacional  hizo literalmente polvo las banderas del ISIS y a sus combatientes.

Así se han ido sucediendo los días, los comunicados de las defensas unidas del pueblo, YPG/YPJ, en las que se afirmaban dispuestos y dispuestas a vender cara su derrota y no dejarse esclavizar ni asesinar vilmente que es la práctica común que utiliza el terrorismo islámico para infundir el terror entre sus adversarios. Ellas y ellos han demostrado que se les puede vencer. Día a día plantando cara a sus ataques suicidas con coches y camiones bomba. Con carros de combate y toda suerte de artillerías terroríficas, a los dirigentes de Daesh, poco les importan los suyos, incluso ante la desaforada y tenaz defensa de los Kobaníes han sido muchas las deserciones entre los miembros de ISIS, muchos de ellos adolescentes sin preparación militar alguna.

El máximo avance del estado islámico debió suceder cercano al 16 o 17 de octubre de 2014, quedando estancadas las líneas de combate  y separadas entre sí en algunas calles por unos pocos de metros, se han sucedido disparos de francotiradores, bombardeos, asaltos cuerpo a cuerpo, en definitiva todo aquello que en una batalla es capaz de dañar y debilitar al rival. Pero tras este impás, algunos combatientes peshmerga y del Ejército Libre de Siria reforzaron a los defensoras y junto a las acciones aéreas de la coalición han venido a terminar con la derrota del terrorismo de ISIL en la ciudad de Kobane, continuando ahora los combates en los alrededores por la liberación de los pueblos aledaños.

Quizá este no sea el fin del peligro, ya que no sólo amenaza sus territorios cercanos si no que como ya hemos visto son capaces de golpear hasta en el corazón de nuestras ciudades.  Con atentados como la matanza de los humoristas de Charlie Hebdó o el intento de asesinar policías en Bélgica. Amén de anteriores atentados que están en la memoria de todos y que todavía hoy nos siguen llenando de dolor.

Salve a quienes con su lucha han demostrado que el mal no debe triunfar y que el camino de la paz es siempre más fructífero que el de la guerra, aunque para ello hayan tenido que pagar tamaño sacrificio. Tuvieron que hablar las armas cuando ellos y ellas solo querían vivir en paz, como nosotros.

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